jueves, 6 de noviembre de 2014

Todo es horrible o terriblemente bello.


Fue un día de diciembre de algún año que aun guardo en mi memoria.
La ciudad era cálida, no sentía frío, es probable que se deba a las emociones preexistentes que se habían estado estructurando tiempo atrás.
La primera emoción apareció como seis años antes, aunque el unicornio alegaba mayor temporalidad,  para mi (el hada) aquello fue solo un juego que pronto se archivó.

Cuatro años después volvieron a surgir, ríos de emociones que tuvieron su origen  en un par de palabra que el unicornio emitió desde su garganta con tal sinceridad que sus ojos brillaban y yo (el hada) solo lo abrace sin responder y sin dejar de sentirme feliz, no respondí porque pensé que todo era mas sublime y hermoso cuando especulaba o interpretaba el lenguaje corporal del unicornio, de esta manera ambos sentíamos lo que queríamos, sobre todo yo, que disfruto de la fantasía.

Las siguientes emociones fueron contradictorias en su manifestación, pero en la esencia de estas albergaba el mismo significado; en ese tiempo todo fue complicado y la distancia no física intensificó todo. 
Meses después el unicornio encontró como abrigarse, aquella manta era un poco desaliñada y en ocasiones no parecía tan limpia (mi percepción pinceladas de celos) en aquel reino todos contaban con una manta y la que hace algunos años atrás había conseguido se fue volando en busca de poemas nuevos.  El unicornio sentía que el tiempo empezaba a hacer lo suyo, sabía además, que yo (el hada) no podía cobijarlo, yo ya tenía una manta que me daba calor y a veces paz.

Las siguientes emociones surgieron poco tiempo después; el unicornio volvió a revelar sus sentimientos, les puso tono y color,  aquella vez, yo (el hada) estaba lista para escucharlo, mientras sus labios coloreaban las palabras,  dentro de mi cabeza daban vueltas rítmicas efectos de vino, vino tinto, necesario para la ocasión; sin embargo yo (el hada) encontré mi manera de comprometerme aquel día, dándome a la fuga, huir siempre es lo mío.

No pude volar tan lejos, podría justificarlo manifestando que la sombra de las emociones de antaño hicieron demasiado peso, la razón fue  que el murmullo de sus palabras habían construido en mi algo que no podía soltar, para entonces ya era mutuo  el brillo en los ojos.
Con lenguajes simbólicos previos el unicornio y yo pretendíamos camuflar lo que ambos esperábamos con deseos atrasados; y fue así que llego el día de diciembre de aquel año. El unicornio me miro y yo no pude dejar de hacerlo, jugamos al cíclope, mis alas quedaron estáticas y yo (el hada) quede suspendida  en su respiración, sentía su corazón tan de cerca que podía determinar su ritmo cardíaco, el unicornio cuando lo notaba se sonrojaba. 

Los siguientes meses fueron de vuelos incontrolables bajo luces de mesitas de noche de dormitorios ajenos y faroles públicos, el juego se llamaba "cazaluces" hasta que el unicornio un día de mayo dio la vuelta y retrocedió los saltos, yo quería mucho más. Yo (el hada) esperaba un unicornio valiente que se atreviera a saltar a través de todas las ventanas posibles, esperaba que siguiera el vuelo conmigo por mas tiempo.

Mi manta sufrió el abandono por mi parte, andar de saltimbanqui con el unicornio me había hecho olvidar lo importante que es mi manta y lo mucho que la quiero.

El unicornio se convirtió en un diciembre, uno muy hermoso, y mi manta y yo nos quedamos para verlo.