sábado, 11 de julio de 2015

Solo soy una zombie mas.





La buseta me recoge entre las 4:30 y 5:00 pm, casi todos los días. 
Un poco antes de esa hora, si no hay que hacer, aunque siempre hay que hacer papeleo,  me cambio de consultorio porque el mío es caluroso, mucho más entre esas horas. Lucía la dueña del consultorio que invado habla todo el tiempo, muy pocas veces la escucho, solo asiento mientras escribo y le sonrío, es muy dulce y yo disfruto mucho de esa postura maternal que tiene conmigo.
La conductora hoy ha venido a recogernos con su "hermana" Lili, pocas veces andan juntas, mientras conversan, Yolanda (la conductora) le agarra un par de chorros (como les llama Lucía) o churos que le quedan sueltos en la cabellera afro de Lili y es así como empieza la comunicación analógica que casi siempre observo con mucho morbo, me resulta bastante divertido como ambas miran constantemente por el retrovisor para asegurarse de que ninguno de los pasajeros las “pillen” en su intercambio de amor, me distraigo con eso hasta que tomamos la carretera principal. 

El asiento que queda en la última fila del lado del volante es mi favorito y hoy no ha sido ocupado, a esa hora la caída del sol sobre el horizonte y el mar haciendo conjunto perfecto me enamora, no me canso de mirarlo, siempre me viene ese deseo de un cigarro que en ese momento es inalcanzable, hoy ese deseo es más intenso, mi día estuvo difícil, entonces empiezo a fantasear, algo muy habitual en mí. La batería de mi celular no me juega una mala pasada y la música es el toque perfecto para estos 45 o 60 minutos de carretera. 
Hay ocasiones en las que está ocupado mi puesto (implícitamente establecido como mío) que suelen ser muy pocas, entonces solo me acomodo en el que venga y me echo a dormir.
Cuando llego a mi lugar de destino alrededor de las 6 pm en la esquina que va hacia el centro del pueblo suele estar sentado un Clochard, cada vez que me bajo de la buseta siento su mirada hurgándome, buscando mi inconformidad, él sabe que me agarro de lo que sea para no dejarme asfixiar. Si logro no corresponder a su mirada empieza a chiflar, de cualquier forma termino mirándolo a los ojos y el espera cautelosamente ese preciso momento para desatar sus carcajadas, suele  apuntarme con su dedo índice, sucio y descuidado y se ríe a mas no poder, hay ocasiones en las que se agarra hasta la barriga, como sosteniéndose los intestinos para que estos no salgan disparados dbido a la fuerza con la que se ríe. 

Me tomó poco tiempo comprender que todo aquello no es personal, se burla de la rutina, la que ve en mis ojos, por eso los busca en cuanto me ve, además, estoy convencida de que siente mucha satisfacción cuando mi respuesta hacia él es un sentimiento de envidia, le envidio toda su libertad. 

He notado que ultimamente ha dejado de carcajearse, sabe que yo ya se lo que piensa. Ayer cuando llegué fui yo quien tuvo que ir en su búsqueda, él estaba concentrado leyendo el periódico o tal vez estaba evitándome, en cuanto me vio sus ojos se mostraron perdidos y solo dijo un par de palabras sin sentido, preferí dejarlo en paz y seguí caminando. 

Hoy no me evito, en cuanto me vio me sonrió y yo le correspondí, fue ahí en ese punto de lenguaje puro y sincero que ese instante se  convirtió para mí en otro pequeño motivo, de los tantos que busco para no dejarme morir como un zombie más.

jueves, 9 de julio de 2015

Para vos.

Carta para un humano cualquiera:

Quisiera decirte tantas cosas, decir por ejemplo que te pienso, y que dentro de mis fantasías vos y yo somos dos tonos vocalizados en contralto, armónicos, en magnifica sinfonía que van  al compás del deseo, a veces andás desafinado, pero eso podría ser lo que más me guste de vos.
En otras ocasiones somos lluvia y juntos descendemos, resbalamos, danzamos, somos impregnados en bocas, manos, aceras, mares, lugares y situaciones hasta innombrables  y entonces  nos desleímos, nos evaporamos y nos volvemos a reconstruir repitiendo el ciclo de manera intermitente, jugando a encontrarnos, como cuando uno quiere alcanzar el cielo en la rayuela saltando las casillas en un solo pie.
Mientras escribo suena esa canción de Jobim que me pone los pelos de punta, esa que vos sabés y entonces pido redención por lo escrito arriba, lo que quiero decirte es esto que siento, lo más profundo, dejando de lado la cursilería poética que escribo, yo siempre he sido la caperucita, eso lo digo honestamente,  el rojo siempre me ha sentado mejor, en mi cuento la caperucita es quien termina matando al lobo, y no es por defenderse, es por el puro placer de destruirlo, y quiero decirte también,  que eso es lo que más me seduce. En esta cacería quisiera demostrarte mi amor de esa manera, pudiendo engullirte  en todo los sentidos.
Luego me lo pienso y me doy cuenta de lo imprudente y expuesta que me pongo cuando estoy frente a tí, aunque utilizar la palabra  “frente” no está del todo clara, siempre termino sincerándome con vos.
Hombre solitario, me permito que te acerques, que intentes comerme, pero debo advertirte que en mi es probable que ya no exista mucho que devorar. Rememoro las ocasiones en las que el lobo ha tenido ya nombre y entonces disfruto recordarlo.

Pero así puedo pasármela enumerando y arrastrando carretillas llenas de letras, enlazándolas para seguir plasmando esta carta, y lo único que puedo decirte a ti, lobo estepario que te escondés entre el vino y los cuadros más bonitos del expresionismo,  modernismo, futurismo o millón ismos, te digo a ti, mi hermoso humano, intento de lobo, en esta cacería yo jamás saldré a buscarte,  yo  siempre  estaré aquí esperándote aunque eso vos ya lo sabés.